Había un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, el labrador replicó:
– ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?
Una semana después, el rocín volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Cuando su hijo intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador quien se limitó a decir:
– ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?
Una semana mas tarde, el ejercito entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Fruto de mi desarrollo personal y profesional, y enormemente ayudada por los avatares que van llegando a mi vida, siento la necesidad de buscar la sencillez y la simplicidad en casi todo, desde los libros que leo hasta la visión que adopto para abordar todo aquello que sucede, Keep it simple!, tal y como reza esta expresión tan de moda.
Este será uno de los motivos por los que, últimamente,me siento muy atraída por las enseñanzas que encierran este tipo de cuentos de la filosofía zen, las fábulas o los cuentos sufís. En los que normalmente se ponen de manifiesto los contrasentidos en los que caemos y muchas veces conectan con lo absurdo de hacer complicado lo que de manera natural es sencillo.
El cuento nos sitúa frente esa tendencia tan arraigada en nuestra cultura de establecer juicios de valor ante los acontecimientos que llegan a nuestra vida, lo que en mi opinión, representa uno de los mayores proveedores de sufrimiento. Pese a que sabemos que el dolor al igual que la dicha forma parte de la vida, de que la vida no es ni justa ni injusta, si no que la vida es lo que es, Vida, a nadie nos gusta pasar por experiencias dolorosas ni que las personas que nos importan lo hagan.
Por experiencia propia y la que vivo como profesional, ese juicio que hacemos basado en bueno o malo…positivo o negativo…justo o injusto… es en muchas ocasiones el caldo de cultivo ideal para que el dolor natural ante una circunstancia determinada, en lugar de disolverse se convierta en sufrimiento, el cual va degenerando en angustia, ansiedad, depresión…
Parece cierto, que en ocasiones la vida nos tiene preparadas sorpresas con enormes lazos que jamás hubiéramos escogido si hubiéramos podido elegir, Sin embargo, no es menos cierto que esas mismas sorpresas son las que descubren versiones de nosotros mismos que de otro modo difícilmente hubieran salido a la luz y las que nos proporcionan una inmensa fuente de aprendizaje, y nos hacen crecer.
De esta manera, antes de emitir un juicio sobre los acontecimientos que la vida nos regala, sería muy interesante detenernos un instante y al igual que hace el labrador del cuento, decirnos a nosotros mismos:
…¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?