Una locuaz y encantadora clienta se presentó de esta manera en su primera sesión de trabajo conmigo: “Sufro de parálisis por análisis”. Era la primera vez que escuchaba esa expresión, y me quedé con ella de inmediato
Tanto por que me gusta a nivel sonoro, como porque esas dos palabras bastan por sí mismas sin necesitar de demasiadas explicaciones racionales sobre lo que a uno le sucede cuando sufre de este “mal”.
«Se que no quiero este trabajo pero no consigo dejarlo»… «No sé qué opción elegir, un día pienso que una es la mejor y al día siguiente la contraria»…»Llevo ya seis meses mirando en internet cursos de formación»… «Sé que mi relación no funciona y me hace sufrir pero tengo tanto miedo a dar el paso»…»Y si me separo y no encuentro a nadie con quien compartir mi vida?
Son los ecos que resuenan en las paredes de mi despacho, y que reflejan esos bloqueos que sufrimos cuando hemos dado demasiado espacio a nuestra mente para sopesar pros y contras, para contrastar, hacer balances, y demás funciones que nuestro cerebro es experto en hacer. Y la consecuencia de tanto análisis es que nos quedamos paralizados sin saber hacia dónde dirigir nuestra energía.
Me entristece mucho contemplar como personas maravillosas con infinidad de recursos y potencialidades por desarrollar, y toda una vida de infinitas posibilidades, pasan demasiado tiempo sin desplegar sus alas para volar todo lo alto que en lo más profundo de su ser desearían pero el miedo a la incertidumbre que genera el cambio, por muy deseado y necesario que éste sea, les acecha.
Además en ocasiones creyendo que no son merecedores de lo mejor para sus vidas, se quedan instalados en la mediocridad. Y en la mayoría de los casos, el apego a lo cotidano, hace que se aferren a ese odioso dicho popular que reza así: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer…
No es casualidad que llamen a mi puerta personas que padecen este mal, dado que es un viejo conocido para mí, y al parecer, atraigo a los que como yo se han propuesto mirar al miedo a la cara con valentía, tomarlo de la mano para poder superarlo, y practicar el desapego de viejas creencias que nos limitan nuestras infinitas posibilidades de crecimiento.
De este modo, siempre comenzamos del mismo modo: apaga ya tu mente y enciende tu alma que comenzamos a trabajar!
Y finalizamos con estas líneas:
Tu eres más fuerte que tus miedos.
Tus fuerzas son mayores que tus dudas.
Aunque tu mente esté confundida,
tu corazón siempre sabe la respuesta.
Con el tiempo, lo que hoy es difícil
mañana será una conquista.
Esfuerzáte por lo que realmente te llene el alma.
Y ten la virtud de saber esperar.
Porque todo lo que tiene que ser será.
Anónimo.