Inteligencia…Belleza…Serenidad… Bondad…Valentía…Aceptación…Sentido del humor… Paz… Son tan sólo algunas de las cualidades que veo en mi madre, cualidades éstas que nacen de ella de una manera fácil, como si nada, natural, sin esfuerzo.
Experta en que parezca sencillo lo que no es nada sencillo, es además, la mayor maestra que conozco en el arte de aceptar la vida tal cual es. Tanto es así, que mi hija Libe suele decirle: “Amama, un día ves un elefante en la cocina, y te quedas tan ancha, hasta lo invitarías a comer”…Y es que seguramente la vida, no demasiado fácil que ha tenido haya servido de nutritivo abono para que se de lo que se tenga que dar, sin juicio y sin resistencia.
Casi sin hacer ruido, haciendo un enorme trabajo interno pero sin que parezca que lo está haciendo, ha ido aceptando un frustrante y doloroso “regalo” que la vida le ha ofrecido y que poco a poco ha ido borrando sus palabras hasta impedirle la comunicación con el lenguaje hablado, al menos con un lenguaje comprensible.
Consciente de que soy bastante más ruidosa que ella, y de que me cuesta salir de lo que se agita en mi interior, con gran esfuerzo, voy soltando y despidiéndome de la imagen interna que tengo de ella y que desde niña he ido moldeando en forma de mujer “ casi todopoderosa”, a pesar de lo cual, aún me vienen a visitar la impotencia, el enfado y la tristeza y continúo echando muchísimo de menos aquellas conversaciones que manteníamos, en las que sin grandes razonamientos, ni palabras grandilocuentes me reconfortaba, me aconsejaba, y me apoyaba en todo lo que me he ido proponiendo.
Ahora intento reemplazar aquella imagen por una más actual, la de una mujer que necesita ayuda para comunicarse y que cuiden un poco de ella, que continúa apoyándome sin necesidad de utilizar palabras, que continúa riendo y canturreando a pesar de su frustración, y continúa mostrándome su amor incondicional.
Cada verano representa una oportunidad para situarme en ese otro lugar, ya que Gorliz y la casa familiar donde he pasado cada verano de mi vida hacen de perfecto escenario para que yo pueda aprender, disfrutar y prestar atención a cada detalle.
Y así, casi sin darme cuenta, Llega Septiembre, mes en el que se recolectan dulces frutas y miel de las colmenas, tal y como me solía contar mi ama, que de estas cosas sabía mucho.
Mi cosecha tras este periodo estival es muy personal y cobra la forma de una bonita energía surgida de convivir y compartir las vivencias de tres generaciones de mujeres, cada una con su propia esencia y su momento vital: La serenidad de mi madre, la locuacidad y vivacidad de mi hija mayor Libe, la inocencia y ternura de mi pequeña June, junto a la «buscadora de sí misma» que soy yo.
….Feliz Septiembre!