Todo parecía indicar que hoy me esperaría un día, o al menos una mañana, de esas que yo llamo torcidas. Y es que ser la madre de June supone un maratón de cosas por hacer, a veces difícil de llevar, y que pese a mi firme compromiso de abrazar la realidad tal cual es, hay días en los que flojeo y me instalo en la queja y en el victimismo, tal y como me ha sucedido esta mañana.
El listado de actividades que realiza June es bastante extenso: colegio, fisioterapia, estimulación, integración sensorial, hidroterapia…y como las piezas de un puzzle, están encajadas al milímetro en mi agenda junto con otras facetas, que además de madre de June, también tengo.
Pero esta mañana, por diversos motivos nada interesantes de contar, estas piezas del puzzle se han colocado en otro lugar, y lo que tenía planificado hacer se ha visto trastocado, y en su lugar me he encontrado conduciendo mi coche hasta el centro en el que June realiza algunas de sus terapias.
Un alubión de pensamientos negativos iban y venían, y como gracioso contraste a mi estado de ánimo, June riéndose a carcajadas en el asiento trasero del coche mientras veía un DVD de su gran amigo Poco Yo…
«Ya que vas a perder toda la mañana, piérdela bien y vete a dar un paseo por la playa», me he dicho a mi misma.
El mar me reconforta profundamente, así que en aras a encontrar un poco de paz interior me he dirigido hacia la costa, y antes de llegar a la playa, tal y como muestran las figuras que se utilizan para ilustrar las polaridades tan utilizadas en gestalt (Ying-yang, mujer joven-anciana, copa-siluetas…) , el cielo me ha mostrado lo que ocurría en mi interior:
Esta era la imagen que veía frente a mí…
…donde amenazaba un inmenso nubarrón negro que se cernía sobre Plentzia, al igual que el que tenía yo en mi cabeza, pero al hacer un giro de 180 grados sobre mi misma, sin embargo, esta otra imagen se postraba detrás de mi:
…un sol brillante sobre un cielo azul intenso…
Me apetecía enormemente ir hacia la parte donde brillaba el sol pero la playa se encuentra justo en la dirección que me llevaba hacia la más absoluta negrura, cuatro pasos hacia delante llovía, cuatro pasos hacia atrás no… wow!!!! Nunca antes había vivido esa experiencia, ahora me mojo…ahora no me mojo… Decidida, me he puesto el gorro de mi chubasquero y con paso firme me he dicho: Vayamos a Mordor Maite!
A medida que caminaba bajo la lluvia he ido poco a poco apreciando la belleza no solo del paisaje, sino de ese cielo que en un principio me resultaba tenebroso, y que ahora me estaba haciendo disfrutar tanto. Y tal y como nos ocurre a las personas, cuando aceptamos e integramos nuestra sombra (apelando a uno de los arquetipos descricos por Carl Jung, para referirse a esa parte nuestra que no toleramos y por eso reprimimos), ésta comienza a disiparse.
Y así, de pronto, el azul intenso comenzaba a ganar terreno a la negrura, hasta que finalmente los nubarrones han desaparecido por completo. Idéntico proceso el que han hecho mis pensamientos!!!
Así se quedaba Plentzia mientras me iba después de un más que agradable paseo, y encima en la radio sonaba «It´s a beautiful day» de mi adorado Michael Bublé como inmejorable colofón…