“La verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo” afirmaba Hermann Hesse.
Mi compromiso con esa búsqueda es como el sirimiri tan característico de mi tierra. Una forma de lluvia en la que las gotas de agua son tan finas que da la impresión de que están flotando en el ambiente. Es una precipitación de poca intensidad pero que te va calando poco a poco. En un principio parece que no te mojas, pero después de un tiempo, más o menos prolongado, acabas empapado hasta los huesos.
Fruto de ese compromiso con encontrar mi verdadero camino en la vida y, a su vez, tratando de contribuir a que mis clientes también lo encuentren, es como voy tomando conciencia de cuales son algunos de los obstáculos que solemos encontrarnos en dicho camino.
Y es que a todos nos pasan más o menos las mismas cosas, pero cada uno de nosotros, digamos que tiene ciertos temas recurrentes que machaconamente se van repitiendo una y otra vez hasta la saciedad.
El otro día, mientras me daba un inspirador paseo por la playa, iba rumiando sobre este asunto, y me sonreía a mí misma dándome cuenta de mi tendencia a apegarme a lo que para mí resulta familiar o cotidiano, y no me refiero sólo a las personas que forman parte de mi vida, sino también a objetos como pueden ser libros, alguna prenda de vestir que conservo en mi armario pese a que hace siglos que no me pongo, también a ciertos lugares como Bilbao, la ciudad en la que nací y en la que vivo, mi querida playa de Gorliz, el piso en el que vivo, y algún que otro aspecto más que puede entrar en la categoría de “los apegos de Maite”.
Aunque lo que yo estaba contemplando era un enfadadísimo mar cantábrico que rugía embravecido, a mi mente acudía la cita de Heraclito: No te puedes bañar dos veces en el mismo río, como perfecta ilustración sobre cómo la vida fluye, sobre cómo todo tiene un principio y un final. Y es que aunque parece que sabemos que la muerte forma parte de la vida, no lo debemos de comprender del todo, porque en general nos cuesta asumir las separaciones, los finales, las rupturas… y es así como nos quedamos muchas veces atrapados en relaciones que hace tiempo que dejaron de nutrirnos, o siendo fieles a una serie de ideas o creencias que nos vinieron dadas cuando éramos niños, pero que ahora poco o nada tienen que ver con el ser adulto en el que nos hemos convertido, o bien nos vinculamos hasta con los árboles de la calle en la que vivimos , como puede ser mi caso jejeje….
Al inicio de este post aludía a mi compromiso con encontrar mi camino. Hace poco que he comenzado a meditar como vía para desarrollar el desapego, actitud esta que nos pone en el camino de la verdadera libertad, y que tiene muchos matices, pero a mí me gusta resumirla como ese paso que damos para dejar partir lo viejo y poder, así, recibir algo nuevo que sea más afín a quienes somos en este momento.
Estas líneas de una de mis maestras, Enriqueta Olivari, reflejan muy bien esta actitud:
Limpiar el corazón de antiguos rencores,
Y aprender de las experiencias vividas.
Soltar con desapego lo viejo
O lo que no pudo ser…
Decir adiós a antiguas relaciones
Que ya cumplieron su cliclo
Y abrir un espacio en nuestra energía
Para la llegada de lo nuevo.
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