Frío…invierno…bajón anímico…nula inspiración…escasa concentración…bloqueo…excusas… inmovilismo… Son los acompañantes que, con obstinada terquedad, me he empeñado en no dejar partir durante un tiempo.
Acepta y después actúa.
Acepta cualquier cosa que contenga el momento presente como si la hubieras elegido.
Trabaja siempre a favor del momento, no contra él.
Haz del presente tu amigo y aliado, no tu enemigo.
Esto transformará milagrosamente tu vida.
Eckhart Tolle
Es un párrafo que tengo subrayadíiiiisimo en uno de mis libros de cabecera, El poder del ahora de Eckhart Tolle, y que siempre recomiendo leer. A menudo recurro a él en mis sesiones de trabajo cuando la persona que se sienta frente a mi trata de resistirse a la realidad que está viviendo.
Me considero una alumna de la vida bastante disciplinada, y durante este tiempo, quizá algo incómodo de llevar, he utilizado esas líneas como un reconfortante mantra, acepta y después actúa…acepta y después actúa…acepta y después actúa… dándome de este modo el permiso de acoger lo que habitaba en mí en esos momentos.
Además, una frase de Carl Jung que me gusta especialmente, lo que niegas, te somete, lo que aceptas, te transforma, hacía las veces de eficaz recordatorio de que lo único que tenía que hacer era aceptar que así me sentía en esos momentos, lo cual no significaba que ese iba a ser mi estado para siempre.
Pero en ocasiones la filosofía no es suficiente,así que también recurrí a aspectos más pragmáticos para acompañar mi particular cuesta de Enero. Pintar mandalas, meditar, un café con una amiga que se alarga más de lo previsto, unas cañas improvisadas algún que otro fin de semana, mis clases de yoga kundalini, la alegría sin fin de mis hijas, las charlas hasta las tantas, los cálidos y reconfortantes abrazos, mis sesiones de trabajo, un mensaje cariñoso al despertar, no culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, la novela que me ha arrancado muchas sonrisas durante las últimas semanas… son tan sólo una muestra de las valiosísimas joyas que he utilizado, y que para mí son unos potentes recursos.
Este post es un reflejo de que ese “bloqueo” se ha disuelto y comienzo a fluir de nuevo. Y del mismo modo que abracé esos momentos incómodos, ahora acojo con alegría este momento presente.
Te dejo otra de las joyas que vino a mí en uno de aquellos días grises, y me la quedé para mí para siempre.
La mejor solución
A veces, la mejor solución
es aceptar
que no tienes ninguna solución
en este momento.
A veces, el camino
es no conocer el camino.
Mantenerte parado donde estás,
sentir lo que estás sintiendo,
sin anhelar estar en otro lado
(y si es el caso, también permitir el anhelo).
Honrar las preguntas;
están vivas y son sagradas.
Arrodillarte ante el altar
del No Saber.
Existir en completo asombro,
hoy.
Y dejar que las soluciones emerjan,
en su propio tiempo,
a su propio ritmo,
cultivadas con el fertilizante
de tu amorosa presencia.
A veces, la mejor solución
no resuelve nada,
pero te libera.
Sé la solución.
– Jeff Foster-
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