Aún conservo en la casa familiar de mis padres diversos objetos y recuerdos de todos los años que viví allí. Hace unos días encontré emocionada una edición de bolsillo de “El Principito” con sus páginas amarillentas debido al paso del tiempo.
No sé si será porque fue el primer libro que leí, o por lo bien que me cae el pequeño personaje, o por todas las enseñanzas que se esconden tras sus páginas, o por todo a la vez, pero el hecho es que lo considero uno de mis libros favoritos. Tanto es así que tengo varias ediciones. Una de ellas me la regaló una amiga, es una edición especial de coleccionista que me fascina.
Recuerdo con mucha nitidez cuando Marisa, mi profesora de lengua de 3º de EGB, nos dijo que lo compráramos, y cómo fui con mi madre a una pequeña librería que había debajo de casa. Leí el libro con 8 años, lo he leído de adulta varias veces, y me resulta curioso comprobar cómo ese niño que se siente sólo y busca respuestas, me caló de niña de igual manera que lo hace hoy en día. Y es que sus páginas están escritas para que los niños no dejen de ser niños, y los adultos no olviden lo que de verdad mueve el mundo.
Los ojos con los que el principito observa y entiende el mundo, probablemente se acercan más a los que yo tenía con 8 años que a los actuales, y así recuerdo como a través de los dibujos (la boa y el sombrero, el cordero dentro de la caja, la rosa, los baobab, el astrónomo turco, el zorro, …) entendía a mi manera la filosofía que transmitía este pequeño.
Hoy en día comprendo que sus grandes enseñanzas giran en torno a la amistad, el amor, la adultez, la infancia enfocadas desde la ingenuidad, y la pureza de la mirada infantil.
Te dejo con un vídeo con algunas de sus frases más célebres, pero si aún no lo has leído, te recomiendo que lo hagas.
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