Cuestionar lo que pienso…
Y siguiendo con la reflexión en torno a estos incómodos pensamientos negativos, hemos de hacer una parada obligatoria en el funcionamiento de nuestro propio cerebro.
Nuestro cerebro es como el velcro para las experiencias negativas, y como el teflón para las experiencias positivas.
Rich Hanson
Así es. Para comprender el por qué de este sesgo negativo del cerebro, has de tener en cuenta que a él no le importa tu bienestar, ni que seas feliz, ni que te sientas plen@ con tu vida… Estas cuestiones le interesan más bien poco. Lo único que le importa es tu supervivencia. Esta es la razón de que se focalice más en tu miedo, y en detectar los peligros y amenazas del entorno.
Es precisamente en este labor de detección de supuestos peligros donde comienzan los problemas, ya que tu cerebro puede interpretar como peligroso algo que en realidad no lo es, lo cual va a tener un reflejo en la calidad de tus pensamientos, y por ende en la de tus emociones y acciones.
En este sentido, a pesar de los miles de años de evolución transcurridos, la parte más antigua y primitiva de nuestro cerebro, el cerebro reptiliano, sigue reaccionando de la misma manera ahora, en plena Era Moderna, que lo hacía en la Edad de Piedra. Tanto es así, que se activa idéntico mecanismo de alarma cuando, por ejemplo, estás llegando tarde al trabajo, que cuando nuestros antepasados paleolíticos eran perseguidos por una alimaña, y su vida sí que corría peligro.
Cuando te des cuenta de que ante hechos cotidianos de la vida que puedan implicar algún contratiempo, algo no esperado, o algo que te saque de tu zona confortable, actúas como si te persiguiese una fiera en la selva, aunque te parezca absurdo repite para ti mism@: «Tranquil@, tu vida no corre peligro«. Hay una parte de ti que necesita escucharlo.
Esta facilidad para quedarnos pegados a pensamientos negativos va creando rutas neuronales específicas. Estas rutas son como las autopistas por donde circulan nuestros pensamientos. Lo que has de tener en cuenta es que cuanto más permitas que tus pensamientos viajen por ellas, más se reforzarán, y más complicado te resultará transitar por otras vías que te permitan ver la realidad desde otra perspectiva.
Así pues, para mejorar la calidad de tus pensamientos y transformarlos en otros más amigables, ten en cuenta que:
Lo que piensas influye en cómo te sientes, y esto a su vez determina tus acciones.
El hecho de que pienses algo en concreto sobre alguna cuestión, no significa que sea verdad. Es una interpretación, la cual puede ser ajustada a la realidad o no. ¿ Qué interpretas sobre ti, sobre los demás, sobre la vida? Es conveniente que comiences a preguntarte si eso que piensas es un «Hecho», o más bien se trata de tu interpretación.
Aquello a lo que des mucha importancia será el foco de tu atención, y esto determinará lo que piensas, lo que sientes y lo que haces. ¿Dónde diriges tu atención?
Para darte cuenta de tus sesgos a la hora de interpretar los hechos que vives, has de iniciar un entrenamiento mental para lograr tener una visión más equilibrada, tanto de ti mism@, como del mundo que te rodea.
Comienza por:
1. Identificar tus pensamientos negativos , y trata de buscar un activador. ¿Cuál es el miedo que los crea? ¿ Qué has estado pensando justo antes de empezar a tener sensaciones incómodas?
2. Si te sientes invadid@ por pensamientos que te hacen sentir mal, es que no estás pensando bien, has de comenzar a cuestionarlos. Inicia un debate con tus propios pensamientos, busca pruebas de realidad: ¿Qué hecho demuestra que esto que estás pensando es real? Y por hecho se entiende algo que yo pueda ver… que tú puedas ver… que aquel pueda ver… que mucha gente pueda ver.
3. Detecta que creencias tienes asociadas a tus interpretaciones de la realidad.
4. Cambia el cuento con nuevas experiencias, llévate la contraria, así empezarás a construir tus nuevas autopistas para que circulen tranquilamente tus pensamientos.
Y por último…¡ No te olvides de recordarte que no te está persiguiendo ninguna fiera, y que tu vida no corre peligro alguno!
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