Ayer se abrió un debate muy interesante en uno de los talleres sobre coaching para mujeres que imparto.
Era el primer día… nervios, presentaciones, introducción, muchas expectativas por parte de las participantes por saber y descubrir, al fin, qué iba a ser esto de nombre tan raro, como me dijo una de ellas.
Ávidas por saber, seguían atentas y muy interesadas, las explicaciones que yo ofrecía con el fin de hacer una breve introducción del tema.
Así iban apareciendo conceptos: toma de conciencia, autoconfianza, creencias limitadoras… Yo, muy atenta a sus respuestas no verbales, percibía que dichos conceptos iban calando bien en ellas, hasta que introduje otro de los elementos claves en el coaching, como es el “Principio de responsabilidad”, entendida como la capacidad que tenemos de elegir, de tomar decisiones sobre nuestras propias vidas, y cómo cada cosa que hacemos se debe a que lo hemos decidido, consciente o inconscientemente.
Este principio se contrapone a aquellas posturas deterministas que afirman que son las circunstancias externas las que nos condicionan, de tal manera que no hay nada que nosotros podamos hacer para cambiar, para dirigir nuestra vida.
Fue como abrir la caja de Pandora: el silencio reflexivo se interrumpió para dar paso a un aluvión de “perdona Maite, pero no estoy de acuerdo con…”. Muchas de las asistentes tomaron la palabra para exponer diferentes circunstancias y quehaceres cotidianos de sus vidas, hijos, maridos, trabajo…, renuncias que han tenido que hacer por no poder compatibilizar su vida personal con la profesional,… y un sin fin de obstáculos que percibían en sus realidades que según ellas chocaba frontalmente con la idea que yo tan “alegremente” había expuesto de “nuestra libertad de elección”.
Fue un debate francamente interesante que no hizo más que confirmar la presencia que, en mi opinión, está tan arraigada en nuestra cultura, formando parte de la maraña tan enorme de creencias que nos limitan, y que nos impide ser, hacer, vivir…tal y como queremos, de ese sentimiento de estar “atados de pies y manos” ante las circunstancias de nuestras vidas.
Entiendo que esta filosofía sea difícil de aceptar emocionalmente, y no pretendo negar la influencia que sobre nosotros ejercen la educación, las circunstancias y las personas que nos rodean, pero lo cierto es que si pensamos que nuestro día a día depende únicamente de estos factores “externos”, estaremos siempre a su merced, dejando nuestra felicidad o desdicha en sus manos, y lo que es peor aún, no tendremos el poder de cambiarlo. Así, estaremos contentos si mi jefe tiene hoy un buen día y hace un sol espléndido, y por el contrario nos hundiremos ante un “día de perros”, y si nuestro hijo adolescente ha vuelto a llegar tarde a casa, por ejemplo.
Cuando aceptamos nuestra responsabilidad en las elecciones diarias que realizamos, nos estamos dando la facultad para dejar las cosas tal y como están, o bien para cambiarlas y elegir.
Os dejo con la siguiente reflexión:
“Tu eres la suma de todas las decisiones que has tomado en tu vida hasta el día de hoy”
De no ser así, no serías la persona única y especial que ahora eres.
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