«¿Algún día se irá? ¿Se me quitará esta ansiedad que siento?… Lo tengo todo para ser feliz y no consigo estar bien, no lo entiendo… Llevaba tiempo bien y sin ningún motivo, otro bajón, esto es desesperante… No consigo controlar mis pensamientos… Tengo miedo de quedarme así para siempre… Si es que no avanzo… Si es que no valgo ni para cuidar de mí…«
Algunas son frases dichas por algunas de mis clientas a la vuelta de vacaciones. Otras las he extraído de las nuevas peticiones que me han llegado.
Si bien los motivos y circunstancias de cada una de ellas son muy diferentes, yendo un poco más allá de la superficie, me parece percibir una especie de hilo conductor que actúa como amplificador de este estado desesperanzador que percibo.
Este denominador común puede tener que ver con esto que algunos llaman la trampa de la felicidad, y de como paradójicamente esta búsqueda de un estado anímico determinado, o de una situación particular, nos lleva a obtener el resultado contrario al que deseamos.
En este sentido, me parece conveniente añadir un pequeño matiz que relaciono con algo tan nuclear en mi trabajo, como es la necesidad desarrollar un buen patrón de autocuidado.
Cuidar de ti consiste, de manera muy resumida, en procurarte aquello que es bueno para tí, velar por tu propio bienestar, y tratarte bien, sobre todo cuando estás mal.
Otra cuestión bien distinta del autocuidado tiene que ver con esa especie de obligación generadora de expectativas asociadas con la necesidad de estar siempre bien… siempre felices… siempre motivad@s…siempre a gusto con la vida… cuando, como bien reza la frase, el dolor forma parte de la vida, y pretender dar la espalda a este hecho, equivale a quedarnos a vivir en él.
Tened una expectativa y obtendréis una desilusión.
Gerardo Schmedling
No es mi intención sugerir que hayas de resignarte a un estado de permanente de dolor y de insatisfacción, ni que tengas que conformarte con llevar una vida mediocre y carente de sentido para ti, todo lo contrario!!!
Lo que sí veo necesario es que aceptes la existencia de los días grises, e incluso los negros, de la misma forma que acoges los días despejados. De este modo te lo estarás poniendo muchísimo más fácil para llegar a sentirte feliz, o al menos en paz contigo y con la vida.
Empezar a desarrollar esta actitud de aceptación de tus estados emocionales y de tus circunstancias, y tratarte con paciencia y amabilidad cuando peor te sientes, equivale a abonar el terreno para que brote precisamente aquello que tanto deseas.
Mientras tanto, cada vez que te inunde la desazón y la desesperanza, repite en voz alta este mantra:
Esto, también pasará…
Por que todo llega…todo pasa… todo fluye… si lo permitimos…
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