«¿Quién me habrá mandado a mi meterme en este lío?»…. era la pregunta que lanzó al aire con cierta dosis de cabreo una de las personas valientes que deciden sentarse frente a mi para reflexionar, para cuestionarse alguna que otra idea que sin darse cuenta han elevado a la categoría de verdad absoluta, para abrir cada día un poco más sus mentes, para aceptar, para aceptarse… – «Con lo bien que vive la mayor parte de la gente que no se plantea nada» – añadió.
No es la primera vez que escucho este tipo comentarios. Yo misma me he descubierto muchas veces invadida por estas sensaciones, y es que cuando uno decide ponerse en marcha y comenzar a trabajar en sí mismo, suele asaltarnos esa falsa idea de que es mejor andar por la vida dormidos, anestesiados o incluso ciegos.
Y es que para llevar una vida con sentido y coherente con lo que cada uno es, y con lo que cada uno siente y valora, hace falta coraje para mirar en nuestro interior y vernos tal cual somos sin máscaras, sin artificios.
También es necesaria cierta exigencia respecto a lo que queremos para nosotros mismos y para nuestras vidas , huyendo del conformismo, así como ser consecuentes con aquello que somos y queremos.
En este sentido, muchas veces suelo apelar a la célebre frase “Nadie dijo que la vida fuera fácil, solo prometieron que valdría la pena vivirla”, a lo que yo añado “vivirla con sentido para uno mismo”.
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