En anteriores entradas de este blog, he hecho referencia a ese compromiso que tengo conmigo misma con lograr coherencia entre lo que pienso, lo que digo y lo que finalmente hago. De modo que cuando me descubro en incoherencias o en desequilibrio entre estos 3 factores, me invade una incomoda sensación de la que en ocasiones soy consciente de inmediato, y en otras me cuesta algo más darme cuenta como es el caso del que quiero tratar en esta entrada.
Una de las maneras en las que podría definirse mi profesión sería algo así como facilitadora del cambio en las personas. Y aunque hace tiempo que mis resistencias al cambio comenzaron a no mostrarse tan obstinadas, y en los últimos años he promovido muchos cambios en mi vida, reconozco que como humana que soy, tengo tendencia a acomodarme en mi rutina, construyendo zonas de confort en diversas áreas.
Una de estas zonas es mi espacio de trabajo. Hace 2 años exactamente dejé el despacho en el que realizaba mis sesiones de trabajo, y hasta buscar una nueva ubicación que cumpliera con mis requisitos, me trasladé a un centro de negocios de manera “temporal”, pero como he señalado, han pasado 2 años. ¡Sí que es cierto que me cuesta ver las cosas!…Y eso que se daban muchas señales que me sugerían buscarme mi propio espacio.
Lo mismo ha sucedido con la página web que hice hace 8 años con mucho cariño y detalle , cuando comencé a trabajar como coach, pero que siempre me resultó algo complicada a la hora de volcar nuevos contenidos.
La resistencia al cambio de un agente del cambio… Contradicción en estado puro, ¿verdad? Pero tal y como señalo a mis clientes, lo importante es darse cuenta, tomar una decisión y emprender las acciones adecuadas.
En ocasiones podemos realizar el cambio sin que intervenga nadie más. Lo vemos claro y vamos a por ello. Y en otras ocasiones necesitamos que otra persona nos lancen un cabo para emprenderlo.
En mi caso, quedaría como una “supercoach” si dijera yo solita, y de manera casi simultánea, he logrado dar con un acogedor, confortable y luminoso despacho en el centro de Bilbao, y he renovado mi imagen profesional con una nueva web más sencilla y moderna que la anterior. Pero no ha sido así. Al igual que las personas que deciden iniciar un proceso conmigo, he necesitado ayuda externa.
Así, la decisión de hacerme una nueva web, no partió de mí, ya que yo estaba “cómodamente instalada en mi incómoda web”, si no que fue fruto de un intercambio de servicios que hicimos una experta en social media y yo, la cual me recomendó este cambio.
Lo mismo ocurrió con el despacho. Una buena amiga me dijo que quedaba un espacio en la nueva oficina al que se había trasladado su marido y socias.
Ambos comentarios despertaron la voz de mi saboteador: esa conocida vocecilla interna que siempre dice “No”. Sin embargo, una vez más, me maravillo al comprobar cómo es la vida, y la manera en que suceden los acontecimientos, cumpliéndose aquel dicho que nos recuerda que cuando el alumno está preparado, aparece el maestro. Y es que en realidad yo ya había visto esta necesidad, sólo necesitaba un poco de impulso que me ayudara a dar el paso, al igual que les ocurre a las personas que llaman a mi puerta.
PD:
Gracias Noemi y Ana, por ser mis impulsoras.
Gracias a Alberto y Mikel por la web tan chula que ha quedado.
Gracias Josu y Maria Jesús porlas fotos pese a la timidez de la modelo…
Noemi Barrientos says
Enhorabuena, la web ha quedado genial! Cómo molan los cursos…Habrá que apuntarse 😉