Una enseñanza para la vida…
Cuando decidí comenzar a estudiar a fondo el mecanismo del MIEDO como emoción primaria, las reacciones tanto a nivel físico como psicológico que genera, así como las consecuencias que el hecho de no aceptarlo ni afrontarlo tienen en nuestra vida, jamás imagine que nos tocaría vivir una situación como la actual en la que como en tantas otras ocasiones, la realidad está superando a muchas de las apocalípticas ficciones que hemos podido ver en la gran pantalla.
El miedo y sus derivados: preocupación, incertidumbre, inseguridad, ansiedad, temor… forman parte del sombrío paisaje emocional que estamos contemplando estos días de confinamiento por el coronavirus.
Lamentablemente hay muchísimas personas que se están enfrentando a situaciones de un impacto emocional brutal. Otras que han de convivir a diario con el miedo de ser contagiadas. Otras que se enfrentan al doloroso hecho de la muerte de un ser querido, del que ni tan siquiera pueden despedirse, y empezar a elaborar su duelo…
Sin duda, son tiempos nuevos y difíciles en los que tenemos que convivir con sensaciones incómodas, en los que este necesario confinamiento nos está privando de aspectos tan vitales como pueden ser la necesidad de contacto social, y la percepción subjetiva de libertad. Y todo ello en el marco de una sociedad hiperestimulada, hiperocupada, hiperhedonista y, sobre todo,…hiperdesconectada de sí misma!
Las ajetreadas vidas que llevamos en un mundo sin pausas no parecen darnos tiempo para sentir, especialmente sentir lo que no es placentero, de modo que damos la espalda a eso que sentimos anestesiándonos, disfrazándolo, o suprimiéndolo.
Sé que no te descubro nada si te digo que hacer eso es como tratar de hundir un balón de playa en el agua, ¿verdad? Sabes que éste permanecerá hundido mientras ejerzas presión sobre él, y en cuanto te relajes saldrá impulsado hacia la superficie. Lo mismo ocurre con nuestras emociones: si las reprimimos y no dejamos que se expresen, saldrán de una u otra forma, pero de maneras más toscas y perjudiciales para nosotr@s, y para las personas que tenemos cerca.
Quien más y quién menos habrá notado estos días mayor inquietud, mayores niveles de ansiedad, mayor aburrimiento… Además, han desaparecido nuestras vías de escape más socorridas cuando la ansiedad, el vacío interior, el miedo viene a visitarnos: ir de cañas, ir de compras, quedar con gente, “machacarnos” en el gimnasio, pasarnos largas jornadas en el trabajo, salir de fiesta… Con esto no quiero insinuar que no esté bien estar entretenido en el afuera, ni que te diviertas, o vayas tras lo que te motiva. Es genial! El problema surge cuando para escapar de nosotr@s mismos nos perdemos en ese “afuera”, y esperamos que la ansiada felicidad nos llegue por esa vía.
Ahora el coronavirus nos ha puesto frente al espejo, y no nos queda más remedio que estar ahí con nosotr@s. ¿Y qué me pasa si estoy conmigo mism@? ¿Qué es lo que siento en mi interior? ¿Qué es lo que aparece? Necesitamos atender y estar en contacto con el malestar, o la insatisfacción que vive en nuestro interior, es la única manera de lograr que estás sensaciones se disipen y para que la calma y la paz interior puedan fluir.
Dentro de las muchas frases inspiradoras que podemos encontrar en los archivos de la psicología positiva, me ha llegado una, que me parece interesante tener en cuenta estos días que estamos viviendo. Reza así:
“Toda crisis tiene tres cosas: Una solución, una fecha de caducidad y una enseñanza para la vida.”
Y ahora nos toca parar. El mundo ha parado. Y esto nos puede brindar una oportunidad de oro para que volvamos hacia nosotr@s mism@s, si es que alguna vez lo estuvimos, en contacto con nuestras emociones enterradas, con nuestros vacíos interiores, con nuestras sensaciones incómodas. Es una enorme oportunidad de autoconocimiento, y de autodescubrimiento.
Esta entrada es una invitación para que, en tiempos de crisis como los actuales, podamos adquirir esa enseñanza a la que alude la frase.
Comienza a meditar si aún no lo has hecho ya. Es la herramienta que te llevara de vuelta a ti mism@, a la calma mental, y a la paz interior.
Y si esto de la meditación te parece algo demasiado difícil, o no es tu momento, puedes empezar con algo muy simple: realiza varias pausas a lo largo del día, haz tres respiraciones profundas, y conecta con la sensación que habita en esos momentos en tu interior. Haciendo estas pausas a lo largo del día empezarás a familiarizarte con las sutilezas de tu mundo interior, y algo en tu vida empezará a cambiar.
Como dice Sting, deja que tu alma te guíe…
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